11 julio 2012

LAS CIENCIAS SOCIALES FRENTE A LOS ASUNTOS AMBIENTALES

Cierto sentido común nos lleva a asociar los hechos y temas ambientales con los progresos de las disciplinas biológicas, los descubrimientos de las ciencias físico-químicas o los paradigmas de la geografía, como si estas especialidades fueran las únicas autorizadas para emitir diagnósticos, teorías o explicaciones sobre “lo ambiental”.

Por suerte, esta tendencia se estaría disipando a favor de una mirada más amplia y equilibrada del objeto ambiente, cuyo carácter transversal y holístico demanda explicaciones físicas o biológicas, pero también al auxilio de las ciencias sociales, no por “interpretativas” o “blandas” menos necesarias.

Descartando cualquier postura exclusivista, que privilegie los abordajes unilaterales, desde la Sociología, la Antropología, la Ciencia Política y otras disciplinas afines se han venido conformando aproximaciones teóricas y metodológicas, así como afinando instrumentos, para dar cuenta de los componentes sociales, políticos y culturales de los procesos ambientales.

Ciertamente, no todas las disciplinas sociales mencionadas se compenetraron en los temas ambientales al mismo tiempo ni con los mismos énfasis: la Antropología, por ejemplo, inició sus incursiones algo más tempranamente que la Sociología. Pero sea cual sea el momento en que estas especialidades acometieron el objeto ambiente, la demanda de respuestas frente a la crisis ambiental contemporánea ha tenido que abrirse hacia abordajes capaces de identificar el papel de las estructuras de clases, de las ideologías políticas o de las percepciones sociales en la configuración de los fenómenos ambientales.

A escala mundial, tras las antiguas preocupaciones en torno al peligro nuclear, la lluvia ácida o el adelgazamiento de la capa de ozono, en la actualidad el cambio climático ocupa el lugar estelar de los problemas ambientales contemporáneos. Como tal, sus consecuencias están concitando la atención de toda gama de científicos y de especialistas, en virtud a que sus impactos, se advierte, trastocarán los ecosistemas globales, la biodiversidad, la tecnósfera, las estructuras sociales, los sistemas productivos y los modos de vida de la humanidad.

Desde la Sociología, por ejemplo, ya se han elaborado algunos esquemas y formulaciones que intentan graficar la forma en que las civilizaciones van respondiendo a ese reto climático. Acaso uno de los más recientes es el estudio de Anthony Giddens sobre La política del cambio climático (2009), donde propone el esquema denominado “la paradoja de Giddens” y examina críticamente algunos de los conceptos y principios comúnmente difundidos en el mundo de las políticas ambientales, como son el desarrollo sostenible y el principio precautorio.

Particularmente interesante es la mencionada paradoja, que resalta la contradicción entre la necesidad de acciones urgentes en el ámbito climático y la feble voluntad de emprenderlas, tanto a escala supranacional, gubernamental e individual. El reciente revés de la Cumbre de Rio + 20 parece ratificar la validez de dicha paradoja: se sabe de los riesgos del calentamiento global pero no se adoptan decisiones vinculantes, de obligatorio cumplimiento para todas las sociedades.

No vamos a ensayar aquí un balance de la referida contradicción propuesta por Giddens, pero sí resaltar que se trata de un esquema de razonamiento proveniente de las ciencias sociales que aspira a explicar por qué el cambio climático, en plena sociedad del riesgo, no origina decisiones determinantes en la clase política y en la sociedad globales.

Aportes como éste refrescan el debate mundial sobre la situación del ambiente y matizan la mirada de ambientalistas, biólogos, físicos o climatólogos, expertos de mayor recorrido en la materia. En el caso peruano, las ciencias sociales se han visto interpeladas no solamente por el cambio climático –cuyas consecuencias en nuestro territorio se juzgan supremamente críticas-, sino también por eventos recurrentes que marcan letalmente la coyuntura del país desde el año 2009 al menos.

Los conflictos socioambientales vienen propiciando todo un debate nacional del que muchos cientistas sociales participan activamente. Aunque han aparecido no pocas aproximaciones impresionistas (si no, revísense los numerosos artículos de corte periodístico), estos conflictos obligan a buscar explicaciones profundas, multicausales, con vistas a aclarar por qué muchas poblaciones siguen pensando que tal o cual proyecto extractivo perjudicará sus recursos y modos de vida, a pesar de que con las mejores técnicas comunicativas se les quiere demostrar lo contrario.

Otro ángulo donde se está mostrando la utilidad y necesidad del aporte de las ciencias sociales se da en las políticas de responsabilidad social y ambiental de las empresas del sector extractivo, como también en la conformación de sus equipos de relaciones comunitarias. Aunque las tensiones, por ejemplo, con ingenieros y geólogos no podían estar ausentes, se están gestando experiencias interactivas que en algún momento se deberían sistematizar y revisar.

En síntesis, el proceso de involucramiento de las ciencias sociales en los asuntos ambientales señala algunos progresos y resultados. Por supuesto que aún quedan preguntas sin responder, teorías por revisar y técnicas por afinar. Habrá que mantener la expectativa de ver cómo las disciplinas sociales responden al reto de la crisis ambiental contemporánea y de la crisis de sus propios paradigmas.
Fernando Bravo Alarcón
Sociólogo, Magíster en Desarrollo Ambiental
Profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP
Clima de Cambios

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