03 agosto 2012

LATINOAMÉRICA - ESPACIOS VERDES?

Los espacios verdes son esenciales para el desarrollo urbano sustentable. Los parques, las plazas junto con los arboles urbanos no solo definen en gran medida la identidad y el atractivo de las ciudades: estos espacios abiertos contribuyen además a la calidad de vida de sus habitantes. Sin embargo, existe un mínimo de espacio verde recomendable, pero ¿cuál es? Con el equipo de la ICES (Iniciativa de Ciudades Emergentes y Sostenibles) hicimos un relevamiento bibliográfico rápido sobre “mínimos recomendados” y no encontramos estudios conclusivos o que realicen un análisis extensivo y detallado al respecto. Es común que las numerosas publicaciones que hacen referencia al tema tanto en la web como en papel se copien y multipliquen.

Por ejemplo, uno de los datos más citados en la web es el mítico mínimo de 9m2 de espacios verdes públicos por habitante, que habría recomendado la Organización Mundial de la Salud (OMS) a principios de los 90′s. En algunos casos se habla de 10m2 y en otros 12m2 siempre citando la misma institución. Sin embargo, nos ha sido imposible encontrar el documento fuente, inclusive revisando los documentos incluidos en los archivos del sitio web de la OMS.

Quizás exista un documento que en algún momento haya sugerido este valor, pero la fuente en si no es lo que más nos interesa sino conocer cual fue el criterio para determinarlo. Analizando estudios realizados en Europa para referencia, en ciudades con valores de densidad poblacional comparables a los de América latina, encontramos uno realizado sobre 386 ciudades (Fuller & Gaston 2009) que posee un rango de entre 4 m2 por habitante en Cádiz (España) o Reggio Calabria (Italia) hasta 300m2 en Liega (Bélgica). Este estudio es conclusivo en un aspecto: los países del sur y del este de Europa (España, Italia, Portugal, Grecia, Polonia, República Checa, Bulgaria, etc.) parecerían estar más cercanos a un promedio en torno a los 10-15 m2 por habitante, mientras que los del norte (Escandinavia, Alemania, Holanda, Bélgica, etc.) estarán por encima de los 50m2 por habitante.

Otro estudio (Levent, Vreeker & Nijkamp, 2004) realizado en 25 ciudades, se mueve en un rango de entre 2.6 m2 por habitante en Estambul (Turquía) y 11. 8 m2 por habitante en Sarajevo (Bosnia y Herzegovina) hasta 144 m2 por habitante en Edimburgo (Escocia), con un promedio cercano a los 49m2 por habitante. Esto nos sugeriría que un valor razonable estaría mas cerca de los 50m2 por habitante? Tampoco, pero al menos es una referencia basada en una tendencia de países con diferentes niveles de desarrollo.

En este contexto, donde se encuentran las ciudades de Latinoamérica? Realizamos un primer relevamiento para las ciudades que participan de la ICES (la fuente de información son los municipios mismos) y adicionamos otras ciudades de la región y lo reflejamos en la tabla adjunta (podemos proveer la fuente de datos).
Como se ve ya sea en relación al supuesto estándar recomendado por OMS o a la media Europea, las ciudades de nuestra región se encuentran bien por debajo, siendo Curitiba la excepción que alcanzaría valores similares a los de los países del norte de Europa.

Si bien se podría establecer una relación preliminar entre nivel de desarrollo económico de los países y los espacios verdes públicos (se debería realizar un estudio exhaustivo), Curitiba nos deja una luz de esperanza en el sentido que mediante políticas activas municipales podemos revertir la tendencia regional.

02 agosto 2012

CIUDADES INTELIGENTES...ALGÚN DÍA!!

Del mismo modo que los núcleos urbanos ya sirvieron en el siglo pasado de laboratorio para el desarrollo de lo que entonces podríamos llamar nuevas tecnologías, como la electricidad en las calles (desde aquellas primeras lámparas de aceite o luces de gas) o del motor de combustión aplicado al transporte público, Actualmente ese progreso no se ha detenido e incluso se ha vuelto mucho más limpio y respetuoso con el medio ambiente. 
Ahora las farolas alimentadas por energía solar o los autobuses eléctricos están a la orden del día. En estos momentos, los acuciados presupuestos de los ayuntamientos como la integración de nuevas tecnologías han llevado a algunos expertos a anunciar la muerte de la ciudad actual, tal y como la hemos conocido, y preconizar la llegada de una nueva «ciudad inteligente» o «smart city», que se aproveche de estas tecnologías para aumentar su eficiencia y donde la relación del ciudadano con su entorno sea más intensa.


Lo de “ciudad inteligente” es una etiqueta todavía vacía, pero es una tendencia que nos habla de una revolución», dice Gildo Seisdedos, urbanista y profesor en la IE Business School. «Primero la ciudad medieval, tipo Cáceres, entró en crisis y fue sustituida por la ciudad industrial, tipo Londres, que también entró en crisis y fue sustituida por la urbe desparramada y con chalets, tipo Los Ángeles, que también ha fracasado», afirma Seisdedos, para quien las nuevas ciudades, además de una planificación tradicional, deben trabajar también en una planificación estratégica urbana y una marca de ciudad. Aunque todavía el debate sobre qué modelo de ciudad adoptaremos en las próximas décadas estámás cerca de la filosofía que de la práctica, los expertos consultados concuerdan en que el modelo de ciudad inteligente va más allá de la sostenibilidad y la aplicación de tecnologías.

Para Paz Ugarte, directora de Diálogos en la Granja —un «think tank» que recientemente celebró en Madrid un debate sobre ciudades sostenibles— el debate sobre la ciudad del siglo XXI «estaba polarizado hacia las tecnologías de la información y la eficiencia energética. Hay que incorporar la visión humanista de la vida en la ciudad y preguntarse si el ciudadano puede intervenir en el diseño del lugar donde vive». Este cambio de mentalidad propone dejar de ver (y por tanto, planificar) la ciudad como un conjunto y pasar a verla como una acumulación de barrios con diferentes necesidades. Mientras que actualmente, por ejemplo, una ciudad enciende y apaga todas sus farolas al mismo tiempo, en el futuro la idea es que cada farola se encienda y apague en función de la necesidad de luz que los ciudadanos tengan a su alrededor, del mismo modo que una persona no enciende todas las luces de su casa sino sólo las de la habitación en la que esté en ese momento.

Como resultado, aumenta la eficiencia y se inreduce tanto el consumo energético como las emisiones de CO2 a la atmósfera. Esta no es una visión puramente utópica, sino que, como afirma Seisdedos, está motivada por la actual situación económica: «es la falta de recursos la que impulsa esta forma de pensar. El concepto de ciudad inteligente no se basa tanto en la tecnología como en la eficiencia».

A menudo, en este debate, se utiliza el concepto de ciudad low cost como sinónimo de ciudad inteligente. «De la crisis nos van a quedar dos cosas, la internacionalización de las empresas y un montón de casas construidas. Van a desaparecer los proyectos estrella, aquellos elefantes blancos de Zaha Hadid o Santiago Calatrava», augura Seisdedos. Para el periodista Carlos Martí, director de la revista Ciudad Sostenible, la clave está en que «una ciudad difusa es más cara que una ciudad compacta. Hemos perdido el sentido del límite y hay que poner límites a ese crecimiento o, mejor dicho, crecer de otra manera».

El verdadero cambio de paradigma, de la ciudad actual a una ciudad inteligente, se basa no sólo en tecnologías que puedan dar los mismos servicios con más eficiencia, sino en la irrupción de las tecnologías de la información o TIC. «Lo importante no es tanto el hardware como el software», dice Seisdedos. «Las tecnologías de la información posibilitan otras formas de habitar, espacios híbridos, participación. El ciudadano es el mejor sensor de una ciudad».

En el modelo actual de ciudad, basado en las premisas de arquitectos como Le Corbusier o Niemeyer, todo necesita de un cierto control por parte de los administradores para funcionar. Para Adam Greenfield, diseñador y director de la empresa de planificación urbana Urbanscale, una ciudad inteligente no puede crearse de la nada sino ser transformada de abajo a arriba, siguiendo «un orden espontáneo desde la base». De lo contrario, sería «un simple experimento, ya que no existe la oportunidad de probarla con la realidad», dijo durante su ponencia en el último Congreso Mundial sobre Ciudades Inteligentes, celebrado en Barcelona. Esta forma de pensar ha hecho que la búsqueda de una ciudad inteligente haya ganado muchos adeptos entre los movimientos que demandan una mayor participación de los ciudadanos en la toma de decisiones. Para Jon Aguirre, arquitecto y militante activo del 15-M, «la ciudad es donde se va a librar la batalla de la sostenibilidad en el siglo XXI, ¿tenemos que seguir pensando en presupuestos de varios millones de euros para renovar un barrio?».

Para aplicar estas ideas al terreno práctico, Aguirre y la asociación Paisaje Transversal han colaborado con la Asociación Vecinal Virgen de Begoña para poner en marcha la plataforma #VdB, que pretende lograr una «regeneración participativa» de este barrio madrileño. Según Aguirre, se trata de «proyectos urbanos desde una perspectiva low-cost, aplicar estrategias de software libre a los proyectos».

Se estima, además, que la transformación de las ciudades actuales en urbes inteligentes generaría un nuevo nicho de mercado para el sector de las tecnologíasde la información —desde la implantación de redes Wi-Fi a la fabricación y comercialización de sensores que registren la frecuencia de ocupación de un parking público o sistemas que informen a ciudadanos alérgicos sobre qué calles registran mayor cantidad de polen en el aire—. La consultora IDC, especializada en nuevas tecnologías, cifraba en su último informe anual unas expectativas económicas para la industria TIC de unos 530 millones de euros, para una ciudad de un millón de habitantes.

Sin embargo, como advertía Greenfield, el debate sobre ciudades inteligentes encuentra fácilmente escollos cuando se enfrenta con la realidad. Según Elena Alfaro, experta en ciudades inteligentes del Centro de Innovación BBVA, es necesario «cambiar la gestión urbana del agua o los residuos, partiendo de la insostenibilidad del modelo actual». Sin embargo, para los actuales encargados de esta gestión, el cambio no es en absoluto sencillo. «Hablando desde el pragmatismo, mi compañía se dedica a limpiar los desechos», explica Juan Pablo Merino, director de Marketing Corporativo de FCC, «con las ciudades inteligentes, la gente espera que des los mismos servicios más baratos. Pero la gestión del agua, la basura, los jardines, etc, vale un dinero. Y hay que pagarlo».

Para Merino, «la construcción de ciudades inteligentes forma parte de un análisis profundo donde la tecnología tiene mucho que decir, pero desafortunadamente la ciudad inteligente no existe por sí misma. Por el contrario, necesita de una administración, unos servicios y unos ciudadanos inteligentes».
ABC.es

31 julio 2012

MÁS DE 43 MIL HAS. IRRIGADAS POR TRASVASE DEL PROYECTO OLMOS

El presidente regional de Lambayeque, Humberto Acuña Peralta, inauguró hoy las obras de trasvase del proyecto de irrigación Olmos, considerado uno de los más emblemáticos del norte peruano. Dicha infraestructura permitirá transvasar agua de la vertiente del Atlántico a la del Pacífico, para el riego de 43,500 hectáreas de tierras del valle de Olmos.
La ceremonia se llevó a cabo en el campamento Oriente, situado en el kilómetro 87 de la carretera Olmos-Corral Quemado, con la presencia de autoridades nacionales y regionales. Las obras de trasvase comprenden la presa Limón, el túnel transandino, bocatoma provisional, sistema de compuertas, aliviadero y obras conexas. La autoridad lambayecana entregó al director superintendente del grupo brasileño Odebrecht, Jorge Barata, el “Certificado de puesta en marcha” de este primer componente del proyecto Olmos, que acredita la culminación de las obras y el inicio de su operación y mantenimiento.

En otro momento, Acuña, acompañado por las autoridades, procedió a la develación de la placa recordatoria y se dirigió a la caseta de control para autorizar la apertura de compuertas, simbolizando el trasvase del agua del río Huancabamba. El pase del recurso hídrico embalsado en la presa Limón, de 43 metros de altura, se efectúa a través del túnel transandino, de 21 kilómetros de longitud. En un futuro próximo se utilizará para la irrigación y producción de 5,500 hectáreas del valle Viejo y de la comunidad campesina Santo Domingo de Olmos, y 38,000 hectáreas de tierras compradas por inversionistas en subasta pública. “El proyecto Olmos consolidará las bases para el desarrollo agroindustrial y el incremento de las actividades económicas de Lambayeque, transformando la base productiva de la región. Hoy se oficializa que las obras están listas para el trasvase de agua, un sueño anhelado por los lambayecanos”, expresó.

Acuña Peralta saludó el compromiso de los obreros responsables de la construcción y de aquellos lambayecanos que lucharon indesmayablemente por consolidar la ejecución del proyecto Olmos después de 80 años. “En las próximas semanas iniciaremos la construcción de la infraestructura de riego para la dotación de agua a las 43,500 hectáreas del valle de Olmos. En dos años veremos tierras productivas, generando trabajo y desarrollo”, adelantó.

En la ceremonia de inauguración participaron el vicepresidente regional, Juan Pablo Horna Santa Cruz; el congresista Yehude Simon; los alcaldes de Lambayeque y Olmos, Percy Ramos y Willy Serrato, respectivamente, y el gerente del Proyecto Especial Olmos Tinajones (PEOT), Francisco Gayoso Zevallos. También, consejeros regionales y funcionarios de Odebrecht y del gobierno regional de Lambayeque. En un momento histórico un grupo de obreros que participó en la fase de construcción entregó la “llave de la obra” al equipo técnico de la Concesionaria Trasvase Olmos (CTO), que se hará cargo de su operación y mantenimiento

El certificado de puesta en marcha certifica que los procesos, equipos, maquinaria y la instrumentación que integran las obras de trasvase han funcionado correctamente durante el desarrollo de los procedimientos de las pruebas, cumpliendo los requerimientos exigidos por la Autoridad Administrativa del Agua Marañón y por la Autoridad Administrativa del Agua Jequetepeque-Zarumilla.