17 abril 2013

LA MINERÍA QUE DEPREDA ES LA QUE NO VA!


La política sobre industrias extractivas ha sido puesta nuevamente sobre el tablero. Tal cual es desarrollada no hace sino ocasionar daños al medio ambiente y a quienes habitan en los espacios donde esta se desarrolla. De esta manera, gesta conflictos sociales cuyos costos pagamos todos en una factura demasiado alta. La semana que pasó, Otra Mirada presentó el suplemento “Agenda para una Nueva Minería”, en el cual presenta los puntos que considera urgentes. Unos días después, otro texto hace lo propio y consideramos conveniente discutir al respecto.
En su columna publicada el lunes 1 de abril en la Revista Vela Verde, Pablo Secada, regidor de la Municipalidad de Lima, presenta su propuesta sobre las industrias extractivas. Reconocemos la necesidad de poner estos temas en agenda y por tanto reconocemos su oportuna columna. A continuación señalamos algunas de sus sugerencias.

Secada afirma que la propiedad del subsuelo no debería ser del Estado sino de los propietarios del suelo. De esta manera, las compañías que exploran minerales o hidrocarburos negociarían una participación en la propiedad de las eventuales minas y no derechos de paso o uso del suelo con los pobladores. Esta propuesta nos parece, cuando menos peligrosa. El subsuelo es de todos los peruanos, es un derecho de todos. En un país donde la concentración de tierras en pocas manos es una realidad y donde desde el Estado se ha impulsado esta concentración, apelar a la propiedad individual del subsuelo no es sólo alarmante, sino una intención con agenda. Pese a la noción peyorativa que manejan muchos del “Estado”, lo cierto es que a él le corresponde la distribución equitativa y justa de los recursos que son, también, de todos. No es “estatismo”, es distribución justa en lugar de una antojadiza que pudieran dirigir unos pocos.

Un segundo punto en la agenda del regidor es que la idea del canon sea descartada pues los ingresos extraordinarios deberían alimentar un “Fondo Soberano de Riqueza” que garantice la sostenibilidad de estos recursos en el tiempo y que sea invertido en planes de desarrollo que involucren educación, nutrición, infraestructura, etc. Y, además, indica que esta reforma requiere la voluntad política del MEF. Sin embargo, habría que ver si la voluntad política del MEF, diseñado para cerrar caja a inversiones urgentes en el país, se la quiere jugar realmente por estas necesidades urgentes. El MEF es en la actualidad un defensor del superávit fiscal antes que de la resolución de demandas de la población. El tema, en efecto, no es burocrático, sino de voluntad política. En los pasillos del MEF no la encontramos.

El tercer punto en la agenda propuesta por Pablo Secada es el relacionado a mejorar la evaluación y supervisión ambientales con lo cual estamos plenamente de acuerdo. Finalmente, es el cuidado del medio ambiente el que garantiza que podamos contar con recursos que nos brinden ingresos para todos al mediano y largo plazo. Este es un punto crucial. Sin embargo, Secada sugiere que esta evaluación sea realizada por los funcionarios experimentados del Ministerio de Energía y Minas. Aquí entra nuestra discrepancia.

Lo que necesitamos es contar con un Ministerio del Ambiente fuerte cuyas funciones sean claramente delimitadas y cuyas posturas sean respetadas por el gobierno y los ciudadanos. Que la evaluación ambiental se encuentre en manos de los funcionarios del MINEM es permitir la existencia de un conflicto de intereses innecesario. Si es el MINEM el encargado de velar por la inversión en los sectores de Energía y Minas, ¿cómo a ellos también les va a estar asignada la responsabilidad de ver si tal o cual proyecto causa o no estragos en el ambiente? Esta responsabilidad compete al Ministerio del Ambiente y a sus expertos.

Este debate es oportuno y necesario. Creemos que poniendo en agenda los temas en discusión se puede llegar, por fin, a diseñar una “Nueva minería” y eso es lo que hace falta ya que no se trata de eliminar la minería como actividad, sino de que esta sea desarrollada de la manera más óptima posible. Si bien, Secada considera que “no basta rechazar lo que está mal”, nosotros creemos que sí, hay que rechazar lo malo, para dar pie a nuevas propuestas.
Otra Mirada

16 abril 2013

AGRICULTURA ¿EXTRACTIVISTA?

El Perú tiene una gran cantidad y variedad de recursos naturales, y su explotación y exportación a lo largo de la historia (caucho, salitre, guano, minerales…) ha sido el sustento de los ciclos de crecimiento económico y de parte considerable de los ingresos fiscales. La depredación de estos recursos o la baja de sus precios en el mercado internacional terminaron con cada ciclo, sumiendo al país en depresiones económicas e impidiendo al Estado afrontar la brecha fiscal y externa.

Esta recurrente opción extractivista —que, por lo demás, caracteriza también a otros países de la región— conduce, a la larga, después de un círculo inicialmente auspicioso, a un círculo vicioso «que nos lleva a un retroceso económico-social y político, básicamente como consecuencia de choques externos y domésticos» (1). Los recursos naturales pueden ser una maldición si la economía se «cuelga» de ellos. Desde el gobierno de Fujimori, el modelo de crecimiento económico ha sido extractivista y exportador, y esto no ha cambiado en la actualidad.

Las consecuencias de tal modelo, además de su frágil dependencia de las inversiones extranjeras y de los precios internacionales —sobre los que el país no tiene ningún control—, son la poca articulación de la economía nacional, el escaso desarrollo del mercado interno, las inmensas disparidades de productividad y generación de valor agregado —cuyos extremos son la minería y la agricultura— y la desigualdad de los ingresos y de poder.

Hay quienes afirman que, por el contrario, el extractivismo permite que el país avance en la diversificación productiva y la exportación de productos con valor agregado: «… donde hay una economía abierta y libre, un sector primario-exportador fuerte no parece producir maldición alguna y sí, más bien, una gran oportunidad para muchas bendiciones (como buena educación, infraestructura, seguridad, etc.)» (2).

Un ejemplo de cómo una actividad puede responder a opciones extractivistas o, por el contrario, contribuir a la construcción de una economía de alto valor agregado y al mercado interno es la agricultura. Puede existir una exitosa agricultura moderna de exportación, en donde lo esencial de los insumos —incluyendo los que son intensivos en conocimiento— y de las tecnologías empleadas es importado o, más bien, es producido en el país.

Este segundo caso implicaría importantes recursos para investigación y experimentación; centros de investigación —de primera calidad— agronómica, biológica y de otras ciencias afines, tanto públicos —el INIA y las universidades nacionales— como privados, siendo estos últimos financiados por empresas; creación de software sofisticados, adaptados a las características específicas de la heterogeneidad del territorio peruano; producción de fertilizantes y pesticidas efectivos y de nula o baja toxicidad; maquinaria y hardware; investigación de las potencialidades y aprovechamiento de la riquísima agrobiodiversidad; desarrollo de las potencialidades de los conocimientos acumulados por campesinos y poblaciones indígenas (relievados, hace poco, con motivo del Año Internacional de la Quinua), etc.

Lamentablemente, la agricultura de exportación está más próxima a una concepción extractivista, pues no está generando, en la medida de lo necesario y de lo posible, esos eslabonamientos que permitirían una importante agregación de valor y una mejor participación en los beneficios de la población campesina.

Notas
(1) Schuldt, Jurgen. «Futurología de la economía política peruana», en Seminario, Bruno; Sanborn, Cynthia A. y Nicolai Alva. Cuando despertemos en el 2062. Visiones del Perú en 50 años. Lima: Universidad del Pacífico, 2012.
(2) Ver editorial de El Comercio del 22 de marzo. Sin duda, el editorial yerra al considerar que son bendiciones del extractivismo la buena educación y la seguridad, precisamente dos de los grandes problemas irresueltos en el Perú.

*Fernando Eguren es Presidente del Centro Peruano de Estudios Sociales (CEPES)
Revista Agraria