21 octubre 2010

La sequía amenaza a los ríos de todo el mundo

Investigadores estadounidenses demuestran en un estudio que publica esta semana la revista Science que los ríos y cursos de agua de todo el mundo, sustento vital de los ecosistemas, se están secando debido al consumo humano y al cambio climático. Como consecuencia, la variabilidad natural de los cursos fluviales y las redes alimentarias se ven alteradas.
“Las crecidas fluviales eliminan intermediarios en la cadena alimentaria: los peces (los predadores principales) se alimentan de eslabones más bajos de la cadena. Las sequías eliminan por completo al predador principal. El resultado final es una cadena alimentaria más simple, pero los efectos de los caudales bajos son más catastróficos para los peces, y tienen una duración mucho mayor”, afirma John Sabo, autor principal del estudio y profesor asociado en la Escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad Estatal de Arizona (EE UU).

El equipo de investigadores estadounidenses sugiere que se debería considerar el destino de los peces grandes en la gestión de los recursos hídricos, sobre todo cuando el crecimiento de la población humana y el cambio climático afectan cada vez más a la variabilidad del agua.

El estudio, que se publica on line en Science, ha analizado las redes alimentarias de los ríos. Los científicos estudiaron 36 ríos y cursos de agua de EE UU, de diferentes tamaños del el Missisipi y Colorado hasta alguno de sus pequeños afluentes. Los ríos incluidos en el estudio proporcionan agua para el consumo de grandes ciudades como Nueva York, Minneapolis, Phoenix, Las Vegas y Los Ángeles.

El final de los predadores
El equipo empleó isótopos de nitrógeno que se presentan en la naturaleza para medir el rango que ocupan los predadores principales en la cadena alimentaria, más vulnerables a los cambios fluviales. El nitrógeno proporciona un indicador de la posición de un consumidor en la cadena alimentaria dado que se bioacumula, y se incrementa en 3,4 partes por millón con cada eslabón de la cadena.

“Las crecidas simplifican la red alimentaria eliminando algunos de sus participantes intermedios, de modo que los peces grandes comienzan a comer especies de eslabones más bajos de la cadena, cosa que no harían si la red alimentaria no estuviera sometida a fuertes crecidas. Esto les sitúa más abajo en la cadena”, sostiene Sabo.

Según el autor principal, con las sequías es “completamente diferente”: eliminan al predador superior porque la mayoría de los peces no tolera tan poco oxígeno ni las altas temperaturas. “Aunque un río no se seque por completo, las condiciones se complican tanto que los peces no pueden soportarlas, y les cuesta mucho más tiempo regresar”, añade Sabo. A esto se añaden las consecuencias del cambio climático que va a influir en la frecuencia e intensidad de las crecidas fluviales y de las sequías en los próximos años.

“Habrá regiones que serán más secas, en particular cerca del Ecuador, y aumentos de caudal en algunos ríos, sobre todo en las latitudes más altas. Tendremos más variabilidad porque se producirán cambios en la estacionalidad de los temporales, las corrientes oceánicas están cambiando y el modo en el que el océano conduce las borrascas hacia nosotros será diferente. Están por venir sequías y crecidas más variables”, especifica Sabo.

Consecuencias de la actividad humana
El efecto antrópico sobre los ríos, arroyos y cadena alimentaria, está muy relacionado con el cambio en los usos del suelo, como la derivación de aguas y la regulación de las crecidas mediante presas. Cuando la sequía se intensifica, aumenta la necesidad de agua para el riego y otros usos agrarios y esto ejerce un fuerte impacto sobre el caudal natural del río. Según los científicos, el resecamiento natural debido a las sequías no es un efecto humano, pero la toma de agua de los ríos durante una sequía sí lo es, y puede tener consecuencias a largo plazo.
“A priori, no era de suponer que las sequías infrecuentes causaran grandes efectos en el curso fluvial, pero nuestros resultados muestran que sí lo hacen. El agua que se retira de los ríos y cursos fluviales tiene unos efectos duraderos”, explica Sabo.

Los resultados del estudios demuestran que las redes alimentarias se pueden recuperar ante una crecida, en aproximadamente un año, pero “les lleva mucho más tiempo recuperarse en el caso de que lleguen a secarse o que se presente una sequía”, confirma el científico.
La investigación apunta que los sectores que compiten por el agua del río, como la producción agrícola y los usos recreativos como la pesca, tienen que avenirse a un uso razonable de los ríos y cursos que no sólo contemple el futuro inmediato, sino que tenga también en cuenta los efectos a largo plazo de su uso.
Servicio de Información y Noticias Científicas

20 octubre 2010

Lucha Contra el Cambio Climático¡¡¡

Existe en todo el mundo una conciencia cada vez más creciente respecto del problema del cambio climático. Figuras como Greenpeace y el Premio Nobel de la Paz 2007 Al Gore son estrellas indiscutibles. Sin embargo, la lucha por el cambio climático es una lucha incompleta si en el centro de la discusión no se pone la enorme importancia de los pueblos originarios. A escala global se buscan respuestas que contribuyan a combatir la crisis. Pero la mayoría de las alternativas son solamente técnicas.

Las economías más avanzadas que tambalearon en la crisis de los años 2008-2009 no solo demostraron lo frágil de sus sistemas sino que, ante todo, expusieron con suma crudeza el abultado vacío en el que descansaban sus valores. Las distintas posibilidades que el hombre ha ensayado a largo de su historia demuestran también con suma claridad que una respuesta técnica jamás ha sido la solución.

Después de la hecatombe ideológica de la Segunda Guerra Mundial y la posterior diversificación del globo, la preocupación de nuestra época con relación a la ética y la lucha por el cambio climático debe ser: ¿podrá Occidente, desde sí mismo, afrontar con eficiencia este gigantesco problema?

Desde nuestro punto de vista, Occidente contemporáneo no puede dar una alternativa viable y consecuente por sí solo. La razón estriba en el hecho de que no hay una búsqueda de sentido a priori con criterios universales y democráticos. Existe una civilización olvidada que debe ser redescubierta y los europeos deben replantear sus postulados. No se trata de volver a los comienzos de la civilización sino de atisbar una nueva mirada a una verdad actual casi nunca tratada con seriedad: más de cinco mil pueblos originarios que luchan por sobrevivir y preservar sus propias culturas.

Cuando hablamos de cuidar el medio ambiente y de vivir en equilibrio con el entorno, ¿no son acaso los pueblos indígenas los que por excelencia pueden ilustrarnos de esto? Virtudes como la comunidad, la solidaridad, el sentido de pertenencia a un todo, son algunos de los presupuestos que dichos pueblos pueden ofrecerle al mundo atormentado hoy en día.
Servindi

19 octubre 2010

En 37 años la biodiversidad latinoamericana y caribeña se deterioró un 55 por ciento

América Latina y el Caribe es la segunda región del mundo donde más ha descendido el Índice de Planeta Vivo (LPI, siglas del nombre en inglés) del Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF), según el último informe anual de esa organización. El LPI, que refleja los cambios en la salud del ecosistema y, por tanto, es un indicador del estado de la biodiversidad, disminuyó en ese área regional un 55% de 1970 a 2007, mientras que el LPI global descendió un 30% en el mismo periodo.

Solo el área "indo-pacífica", que incluye a China, India, Japón y Australia, entre otros países, supera a América Latina y el Caribe, con un descenso del 66% en el índice. Según WWF, el descenso del LPI latinoamericano y caribeño es resultado de "cambios generalizados en el uso de la tierra y de la industrialización de esa región desde 1970", pero también se debe a un "descenso catastrófico en el número de anfibios, causado en muchos casos por la propagación de enfermedades micóticas".

La organización destaca también que las selvas tropicales de América Latina y el Caribe pierden alrededor de un 0,5% de su superficie al año, y que el área total perdida desde el año 2000 hasta el 2005 es de 3 a 4 millones de hectáreas por año. Para elaborar el LPI global de 2010, tarea en la que han colaborado la Sociedad Zoológica de Londres y la Red de la Huella Global, WWF estudió 7.953 poblaciones de 2.544 especies de aves, mamíferos, anfibios, reptiles y peces, una muestra mayor que en anteriores informes.

Por grandes áreas geográficas, el LPI de las tropicales ha experimentado en esos 37 años un descenso del 60%, mientras que las áreas "templadas" (el resto del planeta) han registrado un aumento del 29%, lo cual no significa necesariamente, advierte WWF, que los ecosistemas de estas últimas estén en mejores condiciones que los de las primeras. El descenso del LPI se siente de manera similar en los animales terrestres y los marinos, pues en el primer caso la disminución fue de un 25% en 37 años y en el segundo de un 24%.

Sin embargo, también aquí es evidente las diferencias por áreas geográficas. En las zonas tropicales, el LPI de animales terrestres disminuyó un 50% y el de animales marinos un 60%, mientras en las zonas templadas hubo aumentos del 5 y el 50%, respectivamente.

El amplio estudio de WWF, de 117 páginas, vincula el LPI con otros dos indicadores referidos a las demandas humanas de recursos naturales, a los que denomina la Huella Ecológica y la Huella Hídrica, y también dedica un capítulo a las relaciones entre biodiversidad y desarrollo y bienestar humano, y biodiversidad e ingresos de cada país, así como otro a la "economía verde". "Estos indicadores demuestran claramente que el rumbo de bonanza y bienestar sin precedentes de los últimos 40 años está ejerciendo presiones insostenibles sobre nuestro planeta. La Huella Ecológica muestra que nuestra demanda del mundo natural desde los años 60 se ha duplicado", señala James P. Leape, director general de WWF Internacional.

El índice de la Huella Ecológica ha aumentado más del doble entre 1960 y 2007, con Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Dinamarca, Bélgica y Estados Unidos en los primeros puestos. En cuanto a la Huella Hídrica, la India el país que más consume, seguido de China, Estados Unidos, Brasil e Indonesia. Leape, en el prólogo del informe, señala que sus resultados indican que los países ricos deben aprender a vivir de una manera que suponga una carga "mucho más ligera" para la Tierra, y reducir notablemente su "huella", en particular en lo que se refiere a su dependencia de los combustibles fósiles.

Las economías emergentes deben por su parte hallar un nuevo modelo de crecimiento que les permita continuar mejorando el bienestar de los pueblos de una manera que la Tierra pueda realmente soportar. Para ilustrar la situación actual, WWF destaca en su informe una serie de hechos contradictorios en 2010: "El año en que se siguen descubriendo nuevas especies, pero hay más tigres en cautividad que en la naturaleza, el año en que el 34% de los directores ejecutivos de compañías de la región Asia-Pacífico y el 53% de los de América Latina mostraron preocupación acerca del impacto que la pérdida de biodiversidad tendrá en las perspectivas de crecimiento de sus negocios, en comparación con solo un 18 % de los directores de Europa occidental".

"El año en el que 1.800 millones de personas usan internet, pero 1.000 millones siguen sin tener un acceso en condiciones al suministro de agua potable", señala el informe

18 octubre 2010

Desastres socio-ecológicos y responsabilidad política y empresarial

La misma lógica de desarrollo, que ha llevado a la escasez de materias primas, conduce a la realización de proyectos técnicamente cada vez más complejos, en lugares más remotos, y con la consecuente peligrosidad aumentada. Cerrar ojos y oídos está a la orden del día para los gobiernos de Norte y de Sur. Dejar hacer. Y maquillar de verde: pretendiendo que toda iniciativa industrial y extractiva es sostenible, verde o renovable. Igual si están extrayendo petróleo, oro, uranio, cobre o hasta cultivando soja transgénica, para las empresas todo es “sostenible”. E incomprensiblemente, las políticas les apoyan.

Después de contemplar aliviados como la Pachamama gustó de volver a parir milagrosamente a los 33 mineros chilenos, y de haber derramado lágrimas y suspiros de alivio frente a la caja boba, es el momento para reenfriar la cabeza y volver a la reflexión. Los medios masivos se centran en el drama humano, y en lo anecdótico, dando menor espacio a las condiciones sociales, económicas y políticas que crearon este y otros desastres recientes. Por la gravedad de las consecuencias, empresas y gobiernos deberían enfrentar la responsabilidad criminal, por ser quienes causan una destrucción y contaminación de estas dimensiones con sus actividades y sus políticas. Por la imposición de una economía basada en el crecimiento sin límites, se puede preveer fácilmente que este tipo de catástrofes irán en aumento a futuro.

Los que siguen son hechos contundentes que ejemplifican la situación. Chile es el productor de cobre más importante del mundo La mina San José es una explotación de cobre y oro muy antigua, situada cerca de la ciudad de Copiapó, en el desierto de Atacama. Pertenece a la Compañía Minera San Esteban, que practica la mediana minería. En operación desde el siglo XIX, se ha vinculado a varios accidentes mortales en el pasado que motivaron su cierre hace unos años durante un breve período. Tras su reapertura, en los últimos cuatro años hubo tres accidentes fatales. La empresa acumula denuncias por su inseguridad, que una vez más se vio trágicamente confirmada por el accidente que dejó a los muy famosos 33 mineros enterrados a más de 700 mts. de profundidad durante más de 70 días. Apenas un mes antes del derrumbe hubo, en la mina un accidente con una víctima que sufrió amputación de una pierna. De acuerdo a las denuncias, las irregularidades de la compañía San Esteban incluyen entre otras muchas, el retraso del anuncio del accidente, violación de medidas de seguridad y el no pago del seguro social de los mineros. Pero nada sucedió a la empresa.

La mina San José forma parte de un complejo minero que produce alrededor de 1.200 toneladas de cobre al año. El cobre es la principal exportación del país y una de las mayores fuentes de ingresos. A pesar de eso, las medidas de seguridad y el control en este sentido del sector deja muchísimo que desear. No sé porqué, pero cuando el presidente de Chile declara satisfecho cómo y cuánto van a mejorar, no me lo termino de creer.

El lodo tóxico que se “vertió” en Hungría

Ocurrido el 4 de octubre de 2010 y aun de plena actualidad, el accidente de la planta de alúmina (óxido de aluminio Al2O3) en la ciudad de Ajkai al oeste de Hungría es otro “síntoma” de un sistema político-económico irracional. La alúmina es un sub-producto que resulta de refinar la bauxita (http://es.wikipedia.org/wiki/Al%C3%BAmina), y que se utiliza para la producción de aluminio y otros productos.

Los medios de comunicación de masas hablan de “vertido” o “fuga”, lo que sugieren al oyente o al lector la sensación de un problema pequeño y bajo control. Pero fue una riada, un derrame, un torrente de lodo tóxico rojo-anaranjado con radiactividad y lleno de metales pesados, que se desparramó por todo el medio, los campos de cultivo, las aguas, la vegetación, las calles. Al menos nueve personas han resultado muertas, y más de 150 heridas. Cientos de personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares. Constituye la mayor catástrofe ecológica en la historia de Hungría y sus consecuencias sobre la salud aún no han sido desveladas. Son varios los pueblos que han resultado afectados, como Kolontar o Devecser. Un afluente del Danubio ha resultado afectado. Los costos de limpieza ascenderán a millones de euros. Los daños permanecerán en el ambiente durante décadas, y eso, no hay dinero que lo compense.

El petróleo de BP regó el Golfo de México
El caso de BP pasó de largo. Ya no se habla de él. La friolera de 4,9 millones de barriles de crudo fluyeron desde el fondo del mar de manera ininterrumpida desde el 20 de abril de 2010 y durante los 85 días que tomó controlar el vertido. En Europa, en el mar del Norte y en el Mediterráneo existen cientos de plataformas petroleras (*). Pero la Comisión Europea, tras examinar la normativa existente en esta materia, acaba de suavizar su anunciada intención de controlar estrictamente las plataformas marinas de extracción de petróleo con el fin de evitar catástrofes ambientales como la de BP en el golfo de México. En lugar de una moratoria, establecería una mera opción a tomar por los diferentes estados miembro. La disminución en las exigencias se estaría debiendo a los intereses del sector, muy bien representados en Bruselas.

Además, de acuerdo a la lógica del crecimiento global que marca la Unión Europea y que crea la necesidad de abrir nuevas plataformas petrolíferas, las empresas deberán disponer de un plan de emergencia y probar que tienen disponibles los medios financieros necesarios para pagar los daños medioambientales, a las especies marinas protegidas y a los hábitats naturales que pueda causar un accidente. Esto indica ciertas buenas intenciones, pero no consideran que muchos de estos daños son irreparables.
Racionalizar y reducir el consumo de gas y petróleo y reducir paralelamente los mercados energéticos no es contemplado por la oficialidad como una opción ni como un camino a tomar.

¿Qué nos va a quedar?
Pues a este paso, nada. La misma lógica de desarrollo, que ha llevado a la escasez de materias primas, conduce a la realización de proyectos técnicamente cada vez más complejos, en lugares más remotos, y con la consecuente peligrosidad aumentada.
Cerrar ojos y oídos está a la orden del día para los gobiernos de Norte y de Sur. Dejar hacer. Y maquillar de verde: pretendiendo que toda iniciativa industrial y extractiva es sostenible, verde o renovable. Igual si están extrayendo petróleo, oro, uranio, cobre o hasta cultivando soja transgénica, para las empresas todo es “sostenible”. E incomprensiblemente, las políticas les apoyan. Y la sociedad civil cada vez tiene menos margen de denuncia, pues se empieza a restringir peligrosamente la libertad de expresión y opinión, así como a criminalizar a los movimientos sociales. Y la economía sigue por los suelos. Si la mayoría de las grandes empresas están destinando gran cantidad de recursos a conformar su responsabilidad social corporativa, que en la mayoría de los casos consiste en burbujas de apariencias y buenas intenciones, aunque vacías, que paguen lo que deben a la sociedad y a la naturaleza. El caso más actual de los tres que hemos tocado lo muestra claramente: los “responsables” de la compañía minera chilena sabían perfectamente que en el yacimiento San José no había vías de escape ni ventilación adecuada, ni la fortificación necesaria. Y las autoridades también, porque fueron hechas denuncias ante las autoridades en diversas ocasiones.

Mientras ministros y presidentes se pasean por los lugares en los que han sucedido estas catástrofes, los ecologistas nos preguntamos quién va a ser la primera autoridad, alto cargo o propietario de transnacional en pagar la responsabilidad criminal por las diferentes tragedias personales y socio-ambientales, los traumas, la contaminación, la destrucción. Cada país y su contexto se enfrentarán a sus accidentes y tragedias de modo diferenciado. Lo que sí tendrán en común los desenlaces será con toda seguridad, que los auténticos responsables no serán los que paguen las consecuencias, sino los trabajadores de las minas o las plantas de producción, la población circundante y el medio ambiente. Y la impunidad seguirá su avance implacable en la sociedad global cuya economía global se dedica a producir bienes globales que desplaza por el globo arrasando con todo lo que se encuentra a su paso.

La respuesta está en no aceptar este tipo de proyectos, como ya sucede en miles de lugares en todo el Sur y el Norte global. La población está reaccionando. Nadie quiere las plantas industriales en su suburbio, las minas a cielo abierto en su reserva de bosque primario, las hidroeléctricas en su río, ni los vertidos nucleares en su patio trasero. Un mínimo porcentaje de todo esto es realmente necesario. Una de las claves está en reducir el consumo de energía y bienes.

En vivir una vida más de acuerdo a la naturaleza, más cerca de la tierra, más amigable con el ambiente y con el otro. En replantear nuestra sociedad y las bases éticas sobre las que se asienta. Ahora o nunca.

Nota:
(*) Hay casi 900 instalaciones en alta mar en funcionamiento en la UE: 486 en el Reino Unido, 181 en Países Bajos, 61 en Dinamarca, 2 en Alemania, 2 en Irlanda, 123 en Italia, 4 en España, 2 en Grecia, 7 en Rumanía, 1 en Bulgaria, y 3 en Polonia. Chipre y Malta en un futuro próximo.
Salva la Selva