La descubrió navegando por el Pacifico en 1997, al buscar un atajo durante una carrera de yates entre Los Ángeles y Hawai. Se asombró al ver su embarcación rodeada de basura a miles de kilómetros de tierra. Moore, heredero de una fortuna petrolera, fue entonces vendiendo sus negocios para convertirse en un activista ambiental y creo su propia fundación para investigar más sobre este problema.

Estos diminutos pedazos de polímero actúan como una especie de “esponja química”, pudiendo concentrar los más dañinos contaminantes que se encuentran en los océanos como hidrocarburos y pesticidas como el DDT. Al ser comidos estos restos por pequeñas especies marinas, los contaminantes entran a la cadena alimenticia y generan daños que llegan hasta nosotros, los humanos, al comer productos del mar.
De acuerdo a datos del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), los restos de plásticos causan cada año la muerte de más de un millón de aves marinas, así como de 100 mil mamíferos marinos.
Cada pedazo de plástico que ha llegado al mar en los últimos 50 años se encuentra todavía en los océanos, en algún lugar. El PNUMA estimó que en 2006 cada milla cuadrada de océano contenía 46 mil piezas de plástico flotando.
Nosotros podemos ayudar para que este problema no sea cada vez más grave. Cuidemos mucho nuestro consumo y evitemos los envases y bolsas de plástico. No tiremos plásticos a nuestro escusado y drenaje. No dejemos basura en la playas, y aunque no sea nuestra, recojamos la que encontremos.