01 octubre 2014

LA URGENCIA DE RESPUESTAS AL CAMBIO CLIMÁTICO Y LA FALTA DE COMPROMISO DE LA CLASE POLÍTICA PERUANA

Escuchamos, cada vez con mayor frecuencia, que si el Perú no hace nada para enfrentar el cambio climático las consecuencias serán devastadoras. El planeta se calienta y la costa peruana sufrirá escasez de agua, se elevará el nivel y la temperatura del mar. El cambio de las condiciones climáticas, afectará seriamente a la agricultura y ganadería; pero también a nuestra exuberante flora y fauna.
Estas y otras predicciones y evidencias científicas parecen no alarmarnos. Tampoco las primeras cuentas generales que se hacen de las pérdidas que podría ocasionar el cambio climático para el Perú. Se dice que al 2030, las pérdidas económicas por cambio climático serán del 6,9% del PBI y al 2050 del 20%. Si tomamos en cuenta que nuestro mayor crecimiento ha sido a un ritmo del 6%, se hace evidente que estaremos en graves aprietos. Es más, actualmente, la degradación ambiental anual, según el Banco Mundial, es de aproximadamente el 3,9% del PBI.

Ante la urgencia y gravedad del tema, las respuestas del sector público son lentas y de poca trascendencia. Se busca cambiar la estrategia nacional de cambio climático, sin tomar en cuenta por qué no funcionó, pero además sin plantear metas precisas ni un plan de acción que nos señale el camino por dónde podemos y debemos transitar. Se dice que de lo que se trata, es que cada sector defina lo que hará. Todos sabemos, que eso puede demorar años, y sin embargo insistimos en ello.

Es decir, estamos viviendo los descuentos con una pasividad impresionante. Estamos dejando pasar tiempo valioso que nos debería servir para saber qué hacer, dotarnos de lo necesario y movilizar con decisión las fuerzas de la sociedad hacia objetivos claros y concretos.

Es obvio que esa pasividad tiene que ver con una falta de voluntad política, y la pregunta a responder es ¿por qué ni siquiera la realización de la COP20 en Lima y el rol de anfitrión del Perú han podido cambiar esta actitud despreocupada? Muestra de ello es la ausencia del tema en los discursos presidenciales de 28 de julio; pero además, la existencia de un conjunto de medidas que se han venido dando desde hace más de un año (D.S. 054-2013-PCM, D.S. 060-2013-PCM, D.S. 054-2013-EM, D.S. 120-2014-MEM-DM, Ley 30230 y otras que se anuncian) para facilitar la inversión, a costa de debilitar el sistema de gestión ambiental y las competencias del Ministerio del Ambiente.

Hace unos días, el Presidente de la República del Perú dijo en Nueva York que el cambio climático nos exige ponernos de acuerdo, y que ese acuerdo debe ser: justo y por lo tanto, partir de las responsabilidades diferenciadas de los países; equilibrado para permitir el crecimiento económico y la lucha contra la pobreza; equitativo, asegurando el apoyo financiero y tecnológico a los países en desarrollo; transformador, de las fuentes energéticas, alentando la inversión privada y la competitividad baja en emisiones de carbono; y finalmente inclusivo, incorporando a todos los actores de la sociedad.

Para quienes vivimos en el Perú los discursos del Presidente de la República en reuniones internacionales sobre cambio climático no expresan compromisos al interior del país. Si hubiera una real preocupación, a estas alturas, habría una política transectorial definida, liderada por él. Tendríamos avances significativos en una estrategia que ya tiene más de diez años de existencia, y los recursos invertidos por el Estado serían mayores a los de la cooperación internacional.

Pero el problema no es solo del Presidente de la República, es de toda la clase política. Tiene que ver con su negativa a revisar el modelo de desarrollo en lo mínimo indispensable. Por eso, no nos extraña que esa clase política venga desmontando los Estudios de Impacto Ambiental, instrumento que podría ayudar a que en los proyectos de inversión se considere la variable cambio climático y se evite, en lo posible, agravar los problemas de disponibilidad de agua, desertificación, exposición a desastres, etc.

Esta clase política opone crecimiento económico a regulación, e intenta justificarla señalando que es necesario generar riqueza a cualquier costo, para aliviar la pobreza; olvidando que el cambio climático afecta principalmente a los más pobres.

Esta parálisis tiene que ver con decisiones que no se quieren tomar. ¿Quién afronta el cambio climático? ¿Es una tarea del Ministerio del Ambiente o involucra el comportamiento de todos los actores de la sociedad? ¿Bastan proyectos verdes o es necesario frenar la irracionalidad de iniciativas que destruyen el bosque amazónico para ampliar la frontera agrícola y cultivar agro combustibles? ¿Deberíamos seguir sacrificando lagunas o modificando el sistema hídrico para hacer posible actividades extractivas, cuando existirá menos disponibilidad de agua dulce? ¿Deberíamos seguir promoviendo la construcción de edificios habitacionales en el litoral, sin considerar la elevación del nivel del mar? ¿Debemos seguir creciendo sin apostar a un desarrollo bajo en emisiones de gases de efecto invernadero?

La posibilidad de evasión de la realidad es solo temporal. Cuando más tarde asumamos nuestra responsabilidad, mayores serán las pérdidas y los costos para la sociedad, y lo que es peor aún, algunas situaciones se convertirán en irreversibles. En el Perú seguimos apostando a llorar sobre la leche derramada y a reparar antes que prevenir. Me pregunto, ¿por qué repetimos la misma historia y nos negamos a aprender? Con dinero o sin dinero, una y otra vez, siempre nos chocamos contra la misma pared.
Por Ana Leyva V
CooperAcción

30 septiembre 2014

BOSQUES DEL PERÚ

Perú tiene una de las cinco áreas de bosque tropical más grandes, diversas y mejor conservadas del mundo, con una superficie de más de 68 millones de hectáreas. También se estima que tiene uno de los cuatro mayores depósitos de carbono en bosques tropicales del mundo.

Estos bosques están en peligro. Esta es la situación en la Amazonía peruana:


  • En Perú, alrededor del 50% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero (unos 71 millones de toneladas de CO2 cada año) son causadas por cambios en el uso del suelo, principalmente por la conversión de la selva amazónica en tierras cultivables a un ritmo de alrededor de 110.000 hectáreas por año.
  • La deforestación de los bosques tropicales representa uno de los más significativos cambios de uso del suelo por causas humanas de la historia. Las emisiones procedentes de cambios en el uso del suelo constituyen más del 46% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero de la región de América Latina y el Caribe, una cifra muy por encima del promedio mundial de 18%. La región de América Latina y el Caribe perdió cuatro millones de hectáreas anuales entre 2005 y 2010, una cifra que presenta la peor tasa de deforestación del mundo.
  • Estas tasas de deforestación tiene graves consecuencias en las condiciones climáticas globales y locales, afectando a la pérdida de biodiversidad y el aumento de inundaciones, sedimentación y degradación de los suelos.
  • La deforestación también amenaza a los medios de vida y la integridad cultural de los pueblos dependientes de los bosques y al suministro de productos forestales, así como los servicios medioambientales que permiten sostener el aumento de la población peruana.
  • Se estima que los impactos del cambio climático en el Perú podrían ocasionar pérdidas que podrían superar el 20% del PIB en 2050, debido al hecho de que los principales sectores económicos del país (la minería, la energía, la agricultura, la manufactura y el turismo) son altamente sensibles al cambio climático.


Entonces, ¿cómo podemos reducir las emisiones derivadas de la deforestación, al mismo tiempo que proporcionamos los alimentos necesarios para una población creciente y preservamos los bosques y los servicios que proporcionan los ecosistemas, mientras creamos empleos y nuevas oportunidades económicas en la agricultura y la silvicultura sostenibles?.

La BUENA NOTICIA es que los gobiernos del Perú, Noruega, Alemania y el BID han ideado un mecanismo que podría ser PARTE DE LA SOLUCIÓN:

Perú está tomando medidas para reducir sus emisiones relacionadas con la deforestación y para hacer neutralizar las emisiones de sus bosques y del sector de la agricultura para el año 2021, reconociendo al mismo tiempo las reivindicaciones sobre millones de hectáreas de tierras por parte de los pueblos indígenas.

Noruega acaba de comprometer US$300 millones hasta el 2020 para el pago contra resultados demostrados en la reducción de la deforestación, mientras que Alemania apoya al Perú en cuestiones climáticas y forestales y considerará otras contribuciones basadas en los resultados obtenidos.

Perú trabajará para impedir la conversión de suelos forestales en tierras para uso agrícola y tomará medidas para reducir la deforestación causada por la tala, la extracción de recursos naturales y la minería.

El BID proveerá asistencia técnica y apoyará a Perú para que pueda alcanzar los compromisos vinculados a la obtención de recursos financieros.

El país establecerá una nueva legislación forestal y una ambiciosa coalición público-privada con empresas multinacionales comprometidas con ambiciosas políticas de reducción de la deforestación.

Perú desarrollará sistemas de medición e información para supervisar los resultados de todas estas actividades y medir los impactos ambientales y sociales fruto de la conservación de sus bosques.

Si bien este es un gran paso hacia un nuevo modelo de desarrollo que proteja el capital natural del Perú, al tiempo que favorece el desarrollo económico, aún queda mucho por hacer para tener un proceso inclusivo y justo que involucre a las comunidades nativas, para involucrar al sector privado y para mantener la voluntad política sobre la base de este gran hito para los bosques peruanos.
BID