12 julio 2013

EL VALOR DE LAS TIERRAS AGRÍCOLAS EN LAMBAYEQUE SE HA QUINTUPLICADO

La región toma cada día mayor posicionamiento en el rubro agroexportador por el incremento de las tierras destinadas para dicha actividad, así como por los excelentes resultados que se logran en productos de alta demanda en el mercado internacional. Estas condiciones, según señala el experto en temas agrarios Fernando Cillóniz Benavides, han generado que las tierras agrícolas tengan mayor valor, pero también que escaseen por la expansión urbana. 
El presidente de la consultora Inform@ción refiere que no existe un precio definido por las tierras cultivables que se venden en Lambayeque y el resto del país. Sin embargo, se estima que el crecimiento de la valoración en los últimos años es tal que hoy por una hectárea puede pagarse hasta cinco veces más de lo que se ofrecía hace una década

“Cada terreno tiene ciertos atributos como accesibilidad, disponibilidad de agua, de energía, cercanía a pueblos para conseguir mano de obra, proximidad a puertos en el caso de los destinado a agroexportación, tipos de suelo y condiciones de clima, por lo que los precios son variables”, explica.

Hace diez años, el costo de una hectárea agrícola en Lambayeque oscilaba entre los dos mil y cuatro mil dólares, sobre todo en los espacios cercanos a Chiclayo y las otras dos capitales provinciales.

“Nosotros sabemos de operaciones en las que se están pagando hasta 15 mil dólares por hectárea y así como sucede en Lambayeque, también en Piura, La Libertad, Ica y otras regiones se están comprando tierras por valores similares”, señala Fernando Cillóniz, quien presidió el Comité de Subasta de las tierras del Proyecto Olmos.

Consecuencia del crecimiento
Para el analista, lo que está pasando responde a una tendencia mundial, motivada por migración de familias rurales a la ciudad, fenómeno que desencadena mayor demanda de alimentos.

“Hoy los jóvenes, sobre todo, prefieren emigrar a las ciudades y en el Perú se vive un gran proceso migratorio de la sierra a la costa y de las comunidades agrarias de la costa a las ciudades. Esto genera que las ciudades se expandan y que zonas agrícolas periféricas, como el entorno de Chiclayo, por ejemplo, dejen de serlo para dar pase a las habilitaciones urbanas. En consecuencia, cada vez hay menos tierra arable, menos tierra cultivable y todo lo que disminuye en el mercado sube de precio, más aún en un contexto en el que hay que elevar la producción porque hay que alimentar a más gente. De allí que el precio de las hectáreas para cultivo se incrementa año a año”, manifiesta.

Según un estudio realizado por Inform@ción, el precio de las tierras cultivables en el Perú, entre el 2002 y el 2012, crece alrededor del 15% cada año. Es decir, es uno de los productos que más se ha valorizado en la canasta de bienes y servicios que se ofrece.

Pérdida de tierras
Empero, factores en contra como la salinización de las tierras, que para el caso de la Lambayeque afecta a más de 50 mil hectáreas que perdieron su capacidad productiva, originan también el alza del precio por hectárea, debido a que se reduce la oferta de áreas para la actividad agrícola.

“Un ejemplo del problema es que el gran Proyecto Olmos no alcanza para sustituir la cantidad de tierras perdidas por salinización, a lo que debemos sumar la expansión de las ciudades que, como he dicho, recorta el área agrícola con mayor accesibilidad”, comenta, añadiendo que las tierras duplican su valor cada cinco años.

Fernando Cillóniz considera que la compra de grandes cantidades de tierras por el capital privado para la agroexportación no puede verse como un retorno al sistema gamonal, debido a que ahora resulta mucho más importante que se eleven los índices de producción que a su vez generan empleo y rentabilidad al país, antes de mantener extensiones de terreno ociosas.

“En estos tiempos la disyuntiva ya no es grande o pequeño, sino cuán productivo o improductivo se es. Hoy pueden existir pequeños agricultores productivos como también grandes empresas improductivas y quebradas financieramente. Con la dinámica actual, los que van a quedarse en las tierras son los productivos”, afirma.

La capacitación, asistencia en tecnología, locación y financiamiento, son – precisa – beneficios que el Estado debe generar para que los pequeños agricultores puedan incluirse a cadenas productivas eficientes y con mejores resultados en el mercado, sea nacional o extranjero.

Añade que la tenencia de las hectáreas cultivables no necesariamente tiene que quedar en manos de las grandes empresas, porque en contrapeso se pueden promover iniciativas de asociatividad e integración entre los propietarios de pequeños predios agrícolas.

“Insisto, las tierras van a quedar en manos de los eficientes, porque la agricultura precaria, sea grande o pequeña, está condenada a desaparecer”, precisa el presidente de Inform@ción.

Ejemplo en gestión
Lambayeque, al igual que otras regiones del país, posee interesantes proyectos que de ejecutarse permitirán ampliar la frontera agrícola y dotar de mayor agua para riego a los cultivos ya existentes. Básicamente, el departamento cuenta con el Plan Hídrico Regional, que considera la construcción de 19 represas en los cinco valles, destacando La Calzada, en el valle La Leche; Las Delicias, en el valle Zaña, y Montería, en el valle Chancay.

Fernando Cillóniz refiere que si algo debe reconocerse a Lambayeque es que ha podido, de manera ejemplar, llevar adelante la puesta en marcha de Olmos como proyecto de irrigación, en tanto en el resto del país se sigue a la espera de la intervención directa del Estado para la ejecución de obras similares.

“Todas las regiones tienen planes para potenciar su agricultura, pero muy pocas han tenido la efectividad de ejecución que ha logrado Lambayeque. Los iqueños, por ejemplo, se preguntan cómo salió Olmos y por qué no sale el Proyecto Choclococha y la respuesta es muy sencilla. En Lambayeque se supo gestionar y por ello existe el mérito en muchas autoridades regionales y nacionales. En el país hay planes, pero no hay capacidad de ejecución”, señala.

Manejo del agua
Cillóniz Benavides precisa que el agro lambayecano tiene aún grandes retos y uno de ellos, quizá el principal, es el adecuado manejo del recurso hídrico.

“En Lambayeque se emplea muy mal el agua y en ese sentido hay mucho por hacer. Olmos será una vitrina de cómo se debe usar correctamente el recurso hídrico y ese avance debe replicarse en el resto de la región. De lograrlo, los beneficios serán aún mayores”, asevera.

Diversificación productiva
El experto señala que de continuar la dinámica de avance en el rubro agroexportador, Lambayeque podrá, en un tiempo no muy lejano, disputar el liderazgo productivo que, a nivel nacional, por ahora mantiene Ica.

Las potencialidades de la región con mucho más ventajosas, como el hecho de contar con mayor superficie para conquistar con proyectos de irrigación y explotación de los acuíferos.

“Estoy seguro que en cuestión de pocos años Lambayeque superará a Ica. Más bien, debe mirarse como competencia fuerte a Piura. Ambas regiones son dos gigantes y están llamadas a ser fuertes núcleos de la fruti y horticultura a nivel mundial”, acota.

Cillóniz Benavides expone que la diversificación de cultivos agroexportables ayudaría notablemente a la consolidación regional en el rubro, considerando que productos como el espárrago atraviesan un buen momento por su valoración en el mercado internacional.

Precisa que cerca a Olmos se han instalado esparragueras bastante interesantes por sus resultados y que están en ventaja frente a las de Ica, debido a que son más jóvenes.

“Ica está cayendo en la producción de espárragos por el envejecimiento de las esparragueras, por lo que el norte tranquilamente puede tomar el liderazgo en este producto. En el caso de las uvas de mesa, Lambayeque tiene para largo, porque se ha demostrado que el clima y suelo son adecuados para el desarrollo de la viticultura. Lo que sí debería ampliarse en la producción de banano orgánico, que impera en Piura y Tumbes”, detalla.

Agrega que no se puede dejar de lado a los cultivos industriales como la caña de azúcar, el arroz, maíz y algodón. “Está clarísimo que Olmos, inicialmente, será enteramente de cultivos industriales como caña y pasturas, y que poco a poco se irán incorporando las hortalizas y frutas, que son cultivos de mayor rentabilidad y demanda de mano de obra”, explica.

El ex presidente del Comité de Subasta del Proyecto Olmos, refiere que una de las principales preocupaciones de los empresarios que han adquirido las 38 mil hectáreas a irrigar es de dónde saldrá la mano de obra suficiente para cubrir las necesidades de los cultivos horti y frutícolas.

“Por eso es entendible que al inicio se instalen cultivos industriales que requieren de menor cantidad de mano de obra en tanto se va capacitando a la gente para que pueda trabajar en los sembríos de agroexportación”, señala.

Destaca que instituciones superiores como SENATI, por ejemplo, ya estén pensando en acrecentar su oferta educativa en manejo industrial, sobre todo en ramas como riego tecnificado, mecánica, hidráulica y electricidad.“La agricultura que se emprenderá en Olmos requerirá de mucha energía y para ello también se necesitarán profesionales competentes que ya deben empezar a formarse".

Cuidado del acuífero
Según la Autoridad Nacional del Agua – ANA, la explotación irracional del acuífero (agua subterránea) iqueño ha general tal situación que se estima que en diez años este desaparecerá y lo mismo se teme con el acuífero de valles como el de Motupe, donde existen, de acuerdo a reportes de la Autoridad Local de Aguas, más de cinco mil pozos clandestinos, de los que 350 únicamente son legales.
Situaciones como esta son las que deben evitarse en la región, indica Fernando Cillóniz, explicando que los acuíferos tienen una capacidad limitada y por lo tanto debe pensarse en su uso responsable. La sobreexplotación del agua del subsuelo puede generar que el área de cultivo se salinice y con ello se pierda para la agricultura.

“Los acuíferos tienen que estar absolutamente regulados para que sean sostenibles en el tiempo. Es verdad que estos se recargan con las avenidas de agua, pero la disponibilidad de metros cúbicos de agua es siempre limitada y hay que controlarla”, indica.

“Cada vez hay menos tierra arable, menos tierra cultivable y todo lo que disminuye en el mercado sube de precio”.
Semanario Expresión

08 julio 2013

NOBEL DE AGRICULTURA???????

Vivimos en un mundo al revés, en el que se premia a las multinacionales de la agricultura transgénica, mientras acaban con la agricultura y la agrodiversidad. El Premio Mundial de Alimentación 2013, lo que algunos llaman el Nobel de Agricultura, ha sido concedido este año a dos representantes de la industria transgénica: Robert Fraley de Monsanto y Mary-Dell Chilton de Syngenta. El tercer galardonado ha sido Marc Van Montagu de la Universidad de Gante (Bélgica). Todos ellos distinguidos por sus investigaciones a favor de una agricultura biotecnológica.
Y me pregunto: ¿Cómo puede ser que se conceda un galardón que, teóricamente, reconoce "las personas que han hecho avanzar (...) la calidad, la cantidad y el acceso a los alimentos" a quienes promueven un modelo agrícola que genera hambre, pobreza y desigualdad. Los mismos argumentos, imagino, que llevan a conceder el Nobel de la Paz a quienes fomentan la guerra. Como dice el escritor Eduardo Galeano, en su libro 'Patas arriba' (1998), "se premia al revés: se desprecia la honestidad, se castiga el trabajo, se recompensa la falta de escrúpulos y se alimenta el canibalismo".

Nos quieren hacer creer que las políticas que nos han conducido a la presente situación de crisis alimentaria serán las soluciones, pero eso es mentira. La realidad tozuda nos demuestra, a pesar de los discursos oficiales, que el actual modelo de agricultura y alimentación es incapaz de dar de comer a la gente, cuidar de nuestras tierras y de aquellos que trabajan el campo. Hoy, a pesar de que, según datos del instituto GRAIN, la producción de alimentos se ha multiplicado por tres desde los años 60, mientras que la población mundial desde entonces tan solo se ha duplicado, 870 millones de personas en el mundo pasan hambre. Hambre, pues, en un planeta de la abundancia de la comida.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la FAO, reconoce que en los últimos cien años han desaparecido el 75% de las variedades agrícolas. Nuestra seguridad alimentaria no está garantizada, al depender de un abanico cada vez más reducido de especies animales y vegetales. En definitiva, se promueven aquellas variedades que más se adecuan a los estándares de la agroindustria (que pueden viajar miles de kilómetros antes de llegar a nuestro plato, que tengan un buen aspecto en las estanterías del supermercado, etc.). Dejando de lado otros criterios como la calidad y la diversidad de lo que comemos.

Se nos dice que para acabar con el hambre en el mundo hay que producir más alimentos y, en consecuencia, que es necesaria una agricultura transgénica. Pero hoy de comida no falta sino sobra. No tenemos un problema de producción, sino de acceso. Y la agricultura transgénica no democratiza el sistema alimentario; al contrario, privatiza las semillas, promueve la dependencia campesina, contamina la agricultura convencional y ecológica e impone sus intereses particulares al principio de precaución que debería de prevalecer.

Marie Monique Robin, autora del libro y el documental 'El mundo según Monsanto' (2008), lo deja claro: estas empresas quieren "controlar la cadena alimentaria" y "los transgénicos son un medio para conseguir este objetivo". Premios como los concedidos a Monsanto y Syngenta son una farsa, ante la que sólo hay una respuesta posible: la denuncia. Y señalar que otra agricultura sólo será posible al margen de los intereses de estas multinacionales.
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