Con solo pocas semanas para que comience la Cumbre mundial sobre desarrollo sostenible, esperamos ver el tan esperado (y necesario) compromiso por parte de los gobiernos de todo el mundo para avanzar hacia un camino ambientalmente más sostenible para el desarrollo. ¿O más bien se trata de una conferencia mundial más, con muchas presentaciones y pocas acciones concretas? ¿Aún tenemos razones para ser optimistas?
Los intensos debates entre los estados miembros sobre un documento final, “borrador cero”, de la cumbre han demostrado–hasta ahora- ser abrumadoramente difíciles, a pesar de la enorme energía invertida, el tiempo y las mejores intenciones puestas en este ejercicio (eso se destaca en algunas de las declaraciones finales de los participantes).
Según los que están participando en esas discusiones, reflejadas en recientes declaraciones del Secretario General Ban Ki-Moon, a menos que algo inesperado ocurra en las próximas semanas, un documento de consenso relevante es poco probable. Una declaración de un consorcio de ONG señala preocupación por el poco avance logrado. Esa preocupación es compartida por muchos. Si es así, ¿qué podemos esperar de esta reunión masiva de más de 50.000 representantes de gobiernos, ONG, organizaciones internacionales, corporaciones, entre otros? A continuación, algunas áreas a tener en consideración.
En primer lugar, el liderazgo político. Cuando los líderes se reúnen, grandes cambios pueden ocurrir. Sin embargo, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y otros actores claves ya han avisado que sus presidentes no podrán asistir. Para empeorar las cosas, como es el caso de muchos eventos de esta magnitud, la escasez de habitaciones en los hoteles de Rio, y la consecuente alza en los precios – partiendo de 800 dólares la noche -, están disuadiendo a otros actores, como el Parlamento Europeo, de enviar delegaciones. Por suerte, hay acciones en marcha para remediar algunas de estas dificultades, incluyendo llamados de la presidencia del país anfitrión a lideres internacionales para que participen, pues la esperanza es que habrá lobbying al más alto nivel, entre los líderes y actores políticos que estarán presentes.
Segundo, la participación y el compromiso. Más allá de las sesiones oficiales plenarias, más de 500 eventos paralelos están siendo organizados en Río por los gobiernos, ONG, las Naciones Unidas y otras organizaciones internaciones, proponiendo debates que vinculan el medioambiente con temas como la religión (!) o el desarme, entre otros. Para conservar el conocimiento que surgirá de estos debates será necesario sistematizar las mejores ideas y las buenas prácticas, los actores clave y los próximos pasos a tomar. Si bien esto no parece estar en la agenda de trabajo, la esperanza es que este banco de conocimiento se pueda generar, para ayudar a alimentar una futura agenda mundial de desarrollo sostenible.
En tercer lugar, urgencia. El telón de fondo de la Conferencia es la crisis global que se viene arrastrando desde 2009 y no presenta señales de desaparecer (más recientemente con una zona Euro desestabilizada y las previsiones de crecimiento a la baja en los mercados emergentes). Los presupuestos de la cooperación para el desarrollo de muchos donantes tradicionales están siendo reducidos en algunos casos a mínimos históricos. Uno de los objetivos de la conferencia es, por lo menos, mantener la ayuda al desarrollo dirigida a la sustentabilidad ambiental (27% del total de la ayuda oficial al desarrollo). Sin embargo, la tendencia estimada a la baja del 3% de ayuda al desarrollo entre 2010 y 2011 –la primera desde 1997- es una noticia desalentadora.
Aun frente a la crisis, la esperanza es que los estados miembros vean más urgencia para unir fuerzas hacia una agenda de desarrollo intergeneracional sin precedentes que necesita más que nunca de los esfuerzos multilaterales.
Por último, la oportunidad. La cumbre es la oportunidad única en una generación para transformar ideas en acciones, para promover soluciones que funcionen, para enviar el mensaje que los líderes mundiales están comprometidos en construir un planeta mejor, duradero, próspero, saludable y equitativo para las generaciones actuales y futuras.
Pero tal vez, trabajar hacia una definición (por lo menos, un camino) hacia unos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) –construidos sobre y reforzados de los ODM – es el camino a seguir, como sugerido por los gobiernos de Colombia y Guatemala. Aunque no hay consenso sobre la oportunidad de introducir los ODS, si hay acuerdo de cuales son los desafíos mundiales de nuestro tiempo y que hay que movilizar acciones concretas, prácticas y visibles, y hacia las cuales los gobiernos van a tener que rendir cuentas. De esta manera, con base en objetivos claros y medibles e indicadores, los ODS que surjan de Río+20 podrian ser una parte central de la agenda de desarrollo mundial después del 2015, catalizando el compromiso político renovado por el desarrollo sostenible.
Si miramos lo que piensan los lectores de la Revista Humanum sobre los ODS, vemos que son el mejor camino a seguir. Entonces la esperanza es que esa sea una muestra representativa de lo que el mundo quiere… Esperemos que así sea.
06 junio 2012
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