13 febrero 2014

PLAGAS PERJUDICAN CULTIVOS DE ALGODÓN NATIVO

Durante siglos, la fibra del algodón nativo ha representado un invalorable recurso para los habitantes de Lambayeque. Desde tiempos precolombinos, los mochicas y posteriormente los sicán lo emplearon para la confección de sus prendas de vestir y faena, elaborando vistosas túnicas o alforjas que, en algunos casos, eran decoradas con plumas, cuentas de concha o láminas de oro, plata o cobre dorado.

El arte de tejer el algodón nativo ha pasado de generación en generación y aunque su práctica no es mayoritaria como en épocas pasadas, por suerte existen esfuerzos colectivos que contribuyen a la preservación de esta actividad que, indudablemente, forma parte de la identidad regional.
La experiencia de Pedregal
En Pedregal, caserío ubicado a diez minutos de la ciudad de Mórrope, hace dos años se ejecuta el proyecto ‘Incorporación de las Mujeres Indígenas a la Red de Recuperación del Algodón Nativo’, iniciativa de Cáritas del Perú y el Gobierno Vasco que ha dado nacimiento a la Asociación de Artesanas Santa Teresita, donde 30 mujeres se dedican a la elaboración de tejidos con la fibra natural persiguiendo dos objetivos específicos: evitar la desaparición de dicha actividad productiva y generar ingresos económicos a su comunidad para mejorar su calidad de vida.

Marlene Bances Sandoval, presidenta de la asociación, refiere que gracias al proyecto, ella y sus compañeras han alcanzado mayores capacidades para trabajar el algodón. Este arte lo aprendió a la edad de 12 años, teniendo como guía a su madre, quien a su vez heredó la técnica de su abuela.

“Nuestros ingresos han mejorado porque ahora recibimos la visita de turistas que llegan a comprar los productos que elaboramos. Nosotros hemos aprendido este arte de nuestros padres y por ello nos esforzamos para que se siga manteniendo el uso del algodón nativo en Lambayeque”, indica.

Escaza materia prima
Trabajar el algodón nativo no es tarea sencilla, más aún porque los cultivos de la fibra no son extensos, razón por la que se carece de materia prima suficiente para abastecer la demanda del mercado.

Antes, las familias de Pedregal sembraban como máximo un cuarto de hectárea con plantones del algodón nativo, buscando siempre preservar los siete colores conocidos que tiene la fibra en Lambayeque: verde, pardo, blanco, fifo, colorado o marrón, crema y fifo colorado. Ahora, con el apoyo del proyecto, el cultivo de algodón se ha incrementado hasta en cinco hectáreas.

Durante el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado se prohibió la siembra del algodón nativo, porque se creía que este incrementaba las plagas que afectaban a los cultivos del algodón Tangüis. Es más, por la política de erradicación el algodón nativo corrió el riesgo de desaparecer.“Mi familia sembraba el algodón en los bordos de las acequias o entre los frutales para preservar al menos algunos plantones de los siete colores, pese a que por esos años estaba prohibido. Renunciar al algodón nativo hubiera significado matar nuestra identidad, nuestra herencia”, señala Bances Sandoval.

Las plagas
Digna Siesquén Cajusol, quien aprendió el trabajo con el algodón desde los ocho años, refiere que el principal problema que perjudica las actividades de las artesanas de Mórrope es la falta de control fitosanitario de cultivos. Esto genera que por cada plantón se pierda la mayoría de copos, reduciendo la cuota por hectárea para el proceso de desfibrado e hilado.

“Hay muchas plagas. Las plantas dan bastantes copos, pero no se aprovecha todo porque los destruyen el rebateado, el gusano rosado, el gusano verde o el picudo. Lamentablemente no tenemos apoyo para evitar las enfermedades del algodón, ni tampoco la asistencia de SENASA y menos del municipio. Necesitamos fertilizantes para curar nuestras plantas y poder tener algodón suficiente para trabajar”, exclama.

Sin energía
A ello se suman otras carencias. El proyecto de Cáritas y el Gobierno Vasco se encargó de construir el local para la asociación, así como de equiparlo con mobiliario y proveerles de herramientas para facilitar el proceso artesanal. Justamente entre estas figuran dos urdidoras y una hiladora eléctrica. Sin embargo, esta no puede utilizarse debido a que el local carece de conexión eléctrica y las beneficiarias no pueden aún comprar el medidor para tener registro del consumo energético.

Esta limitación genera que el proceso de tejido sea más lento y en consecuencia exista mayor dificultad de atender los pedidos de compra que se reciben. Nos gustaría recibir el respaldo de las autoridades para poder mejorar nuestro sistema de producción. Somos 30 mujeres de la zona rural y estamos haciendo este trabajo por nuestras familias, pero también por nuestra cultura”, señala Marlene Bances.

Los productos elaborados por las mujeres de Pedregal ya han llegado al Ecuador y se venden en Lima. Entre los de mayor demanda están las chalinas, fajas, bolsos, centros de mesa, individuales, alforjas, ponchos, monederos, sencilleros y morrales, a los que se han añadido vistosos diseños logrados con el proceso de capacitación dado por el proyecto.

Lamentablemente, las mujeres de Pedregal no reciben aún el apoyo estatal que mucha falta hace para la promoción de sus actividades artesanales y, sobre todo, para que los cultivos de algodón nativo no se echen a perder por las plagas.
Semanario Expresión

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