Recientemente se difundió un avance de los resultados definitivos del IV Censo Nacional Agropecuario realizado el año 2012. Algunos de los cuadros presentados nos llamaron la atención por su posible relación con los efectos del cambio climático. Uno de estos cuadros fue el relativo a tierra agrícola no trabajada y razón por la que no será trabajada. Como puede observarse en el gráfico siguiente, la principal razón, esgrimida por el 48.9% de los productores agropecuarios para no trabajar sus tierras fue la falta de agua. Comparativamente, en el Censo del año 1994, solamente 18% de los productores a nivel nacional señalaban la falta de agua como una razón para no trabajar sus tierras.
La costa fue la región donde más se percibió la insuficiencia del recurso, pero también en la sierra, uno de cada tres agricultores que declaró que no trabaja sus tierras agrícolas manifestó que la razón fue la falta de agua.
Este aumento en la cantidad de agricultores que afirman que no trabajan sus tierras debido a la falta de agua no necesariamente se explica por una menor oferta hídrica. Podría explicarse por diversos factores, como la expectativa de los empresarios en Chavimochic y otros proyectos de irrigación en la costa que esperan disponer de más agua en los próximos años para cultivar áreas que actualmente no son trabajadas. Pero no hay duda de que cada vez más productores agropecuarios encuentran insuficiente la cantidad de agua de que disponen.
Otro dato del CENAGRO IV relacionado al cambio climático es el relativo a “Superficie agrícola según riego o secano”, en que se muestra que las tierras regadas solo con agua de las lluvias representan más del 60% del total nacional, especialmente en la sierra (51%) y selva (44.5%). Esto es importante porque al depender de la lluvia, los agricultores son más vulnerables a los posibles cambios en los patrones de precipitación como consecuencia del cambio climático. Si bien es cierto que la superficie con riego ha aumentado de 31.6% a 36.2% entre 1994 y 2012, aún falta mucho por hacer.
La costa fue la región donde más se percibió la insuficiencia del recurso, pero también en la sierra, uno de cada tres agricultores que declaró que no trabaja sus tierras agrícolas manifestó que la razón fue la falta de agua.
Este aumento en la cantidad de agricultores que afirman que no trabajan sus tierras debido a la falta de agua no necesariamente se explica por una menor oferta hídrica. Podría explicarse por diversos factores, como la expectativa de los empresarios en Chavimochic y otros proyectos de irrigación en la costa que esperan disponer de más agua en los próximos años para cultivar áreas que actualmente no son trabajadas. Pero no hay duda de que cada vez más productores agropecuarios encuentran insuficiente la cantidad de agua de que disponen.
Otro dato del CENAGRO IV relacionado al cambio climático es el relativo a “Superficie agrícola según riego o secano”, en que se muestra que las tierras regadas solo con agua de las lluvias representan más del 60% del total nacional, especialmente en la sierra (51%) y selva (44.5%). Esto es importante porque al depender de la lluvia, los agricultores son más vulnerables a los posibles cambios en los patrones de precipitación como consecuencia del cambio climático. Si bien es cierto que la superficie con riego ha aumentado de 31.6% a 36.2% entre 1994 y 2012, aún falta mucho por hacer.
Si a estos datos del Censo Agropecuario añadimos los resultados de diversos estudios que advierten sobre una menor disponibilidad de agua durante la época de estiaje en las próximas décadas (1), encontramos un escenario en que es muy probable que se presente una mayor competencia por el recurso hídrico en el país, y no solamente entre los productores agropecuarios. Como consecuencia del aumento de la población y del crecimiento económico, otros usuarios de agua -como las empresas generadoras de energía, las mineras, o la población urbana- están aumentando su demanda del recurso, por lo que es esencial aplicar los principios de Gestión Integrada de Cuencas Hidrográficas, permitiendo la participación equitativa de todos los usuarios de agua en la gestión del recurso, y contribuyendo así a la prevención y solución de conflictos, debido a varios factores entre los cuales se encuentra el cambio climático.
(1) Por ejemplo, el estudio “Cambio climático en la Cordillera Blanca: retroceso de los glaciares y los recursos hídricos” Por Michel Baraer, Bryan Mark, Adam French, Jeffrey McKenzie y Ricardo Jesús Gómez López que muestra que el retroceso continuo de los glaciares en la Cordillera Blanca tendrá impactos importantes tanto en la cantidad como en la calidad del agua del Río Santa en el futuro, sobre todo en época de estiaje. Con la probabilidad de que la disponibilidad futura de agua durante la época de estiaje sea aproximadamente 30% inferior a la disponibilidad actual.
Otro estudio difundido este año -”Estado actual de los glaciares en los Andes tropicales” por A. Rabatel, Wilson Suarez, Francou B., A. Soruco, Jesús Gómez López, B. Cáceres, J. L. Ceballos y R. Basantes advierte que los glaciares menores a 5,400 metros s.n.m. podrían desaparecer en este siglo, afectando a las regiones que se abastecen de agua proveniente de glaciares, especialmente durante la época de estiaje.
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