02 septiembre 2016

VOLVER A LOS MANGLARES - LOS HUMEDALES Y EL CAMBIO CLIMÁTICO

Hace tiempo que realmente no visitaba un manglar. Nada te cautiva más que las raíces de un mangle rojo, sus neumatóforos (raíces que sobresalen de la tierra como tubos de respiración) de mangle blanco manchados por cangrejos azules corriendo hacia sus agujeros, y el “dulce” aroma de materia orgánica en descomposición. Mi visita a los manglares se realizó retrospectivamente a través de una  encuesta que realicé de los humedales en Big Corn y Little Corn Island, dos pequeñas islas de la costa caribeña de Nicaragua.
Mangrove sprout – © Copyright (CC BY-SA 2.0) – Lars Ploughmann -FLICKR
Los sistemas de manglares son increíblemente dinámicos y complejos. ¿Sería capaz de distinguir la sutil interacción o interrelación entre los límites de agua dulce y salada si se mira de cerca la vegetación? Los manglares son de gran importancia para las zonas costeras y en especial para las pequeñas islas que son altamente vulnerables a los impactos del cambio climático. Ellos son parte del capital natural que tiene que ser mantenido, apoyado y gestionado adecuadamente como parte de la respuesta adaptativa a la subida del nivel del mar y la erosión costera. No es sólo por su valor intrínseco como hábitat de peces, plantas y mariscos; sino también por y para la infraestructura ecológica de un país, sobre la cual se construyen sus economías. Los manglares forman parte de la economía azul, un concepto aplicable a las islas donde la base económica es tanto en tierra como en el mar y donde la salud de los recursos costeros y marinos es de importancia crítica.
Los tiempos han cambiado. Ya no consideramos a estos sistemas como terrenos baldíos o espacios de espera para ser desarrollados, en cambio los vemos como cada vez son más importantes para el desarrollo de los estados insulares y las comunidades costeras en todo el mundo. Su función protectora a lo largo de la costa, su biodiversidad, la filtración natural de escurrimiento de la tierra, su interconexión con los arrecifes y pastos marinos y, por supuesto, su capacidad de bloqueo de carbono – una gran parte de su almacenamiento de carbono es en realidad subterránea. Fuimos testigos que el mundo climático post-París adquiere mayor importancia a medida que los países examinen las formas de reducir su huella de carbono.El carbono azul como nos referimos ahora, es el lugar donde los ecosistemas costeros como los manglares, pastos marinos y marismas secuestran carbono. En días pasados, nos hemos referido como la biomasa aérea y la biomasa subterránea – árboles, ramas, raíces y por supuesto mucho barro.
Los sistemas de manglares además de complejos y dinámicos, también son frágiles. Una intervención aparentemente sin importancia, como por ejemplo un pequeño camino a través de la toma de agua principal, en una zona crítica puede alterar drásticamente la dinámica del sistema y puede dar lugar al deceso o reestructuración de una gran parte de la comunidad vegetal. Los manglares tienen que ser activa y adecuadamente gestionados como cualquier activo de capital. Los ajustes correctos tienen que hacerse cuando se detectan cambios en la base de activos. La buena administración supone una adecuada capacidad para supervisar y responder a los cambios y el compromiso de inversiones a largo plazo. Todo esto tenido en cuenta garantiza rendimiento.
Mientras que estaba parado mentalmente en el medio de uno de los manglares de Big Corn Island, la reflexión fue que tenía que volver a involucrarme con estos sistemas, con el fin de ayudar a las comunidades y estados insulares responder a la amenaza actual y creciente del cambio climático.

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