En una ciudad cuya nefasta tradición de carnavales implica aventarse unos a otros camionadas de agua, ha tenido que venir Al Gore (previo pago de 600 dólares la entrada) para recordarnos algo que todos ya deberíamos saber: que el Perú ha perdido el 22% de sus glaciares y, como ya no hay hielo que se derrita para formar ríos, nos hemos quedado sin el 12% de nuestras fuentes de agua dulce.
Si los números no te dicen nada, pasemos a la violencia. A inicios de año, la Autoridad Nacional del Agua identificó un total de 244 conflictos sociales ocasionados por disputas por el agua. En nuestras cómodas casitas con Internet y Sedapal, este dato puede no decirnos mucho, pero simplemente alucinen tener que pelearse con el vecino por el derecho a bañarse.
Ya, en el caso de estos conflictos la cosa va más allá del aseo o la comida: el agua es su subsistencia misma, lo que necesitan para vivir de la agricultura. Repito: 244 conflictos sociales en el Perú por algo que nos parece tan cotidiano y regalado como el agua.
El cambio climático está directamente relacionado a estos conflictos.
El último ha sido el ya mentado Majes Siguas II: un proyecto de irrigación en Arequipa que ha desatado las iras de sus vecinos cusqueños. La gente de Espinar alega que este proyecto los dejará sin agua, un recurso que ya es escaso para ellos, que vienen sufriendo desde hace años los efectos del cambio climático.
Proinversión llevó pésimo esta situación (leer al experto en agua Armando Guevara-Gil) y desencadenó una ola de protestas que, al alucinante grito de “Agua o Muerte”, dejó un muerto y 25 heridos. Aunque la mayoría de medios -en ese momento- se concentraba en las elecciones limeñas, el paro indefinido fue muy grave, tan grave que el diario inglés The Guardian se preguntó si lo de Espinar no era el inicio de las guerras climáticas.
Eso de “guerras climáticas” suena a ciencia ficción y, bueno, digamos que lo es: mundos apocalípticos a lo Mad Max en los que la gente se pelea por un poquito de agua en un planeta con un clima cada vez más alterado. Los británicos no exageran cuando ven a los 244 conflictos por agua de nuestro país como el inicio de este escenario distópico. Por supuesto, nuestras autoridades tienen que empezar a prever esto ahora, antes que el futuro nos alcance. Pero también podríamos empezar, nosotros, a pensar un poquito en todo esto la próxima vez que votemos. Y la próxima vez que nos agarremos a globazos carnavaleros, claro.
15 octubre 2010
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