La comunidad Jicamarca —en San Marcos (Cajamarca)—, compuesta por 65 familias de agricultores, ha duplicado desde hace algunos años su producción de papas amarillas. Antes cosechaban 9 mil kg/ha; ahora, después de la instalación de microrreservorios y de aplicar la práctica de cosecha de agua, obtienen 18 mil kg/ha, que destinan al autoconsumo y a los mercados locales.
Antenor Floríndez, director del Instituto Cuencas, señala que este es un ejemplo de cómo sólo con el riego adecuado —sin la suma de otros elementos, como abono o capacitación— es posible incrementar la producción de los cultivos.
El objetivo ahora es contar con mayor disponibilidad de agua para Cajamarca y toda la sierra del país. ¿Cómo lograrlo? Floríndez propone cosechar el agua, es decir, recolectar y almacenar el agua que proviene de las lluvias, empleando el suelo como medio de captación y almacenamiento. Y es que, en la medida en que el suelo es más poroso y posee mayor cantidad de materia orgánica, puede absorber esa agua, que posteriormente da lugar a los manantiales que surgen en las partes inferiores de la montaña. De ahí la necesidad de que la superficie de las montañas esté cubierta de vegetación. ¿Cuánta agua se puede recolectar a partir de las lluvias? En Cajamarca, por ejemplo, la precipitación pluvial es de alrededor de 700 milímetros al año, lo que significa que por cada metro cuadrado de tierra o de una superficie cualquiera se pueden recoger, teóricamente, 700 litros al año.
Una de las formas de cosecha de agua que ha tenido gran aceptación en Cajamarca son los sistemas de riego predial regulados por microrreservorios. El agua es capturada por la cobertura boscosa de las montañas, y mediante canales se la lleva al microrreservorio que está administrado por cada familia (a fin de evitar los conflictos por el uso del recurso).
Existen microrreservorios de distinta capacidad, a partir de los mil metros cúbicos de agua.
Según dice Pablo Sánchez —presidente de Aspaderuc, también impulsor de la cosecha del agua—, es necesario incrementar la disponibilidad de agua en la sierra y practicar la actividad agraria intensiva solo donde se disponga de buen suelo, clima, agua y acceso. «Es necesario
cambiar de enfoque: la agricultura intensiva es más para la costa. En la sierra,
los suelos son pobres y tienden a erosionarse», refiere.
La Revista Agraria
03 diciembre 2010
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