Así como hablamos de personajes del año o de la década, también deberíamos hablar de temas del año o de la década. Es decir, aquellos que se han convertido en cuestiones fundamentales en el Perú y el mundo. Pues bien, el cambio climático es uno de ellos, por sus enormes implicancias económicas, sociales y ambientales.
Se sabe que el incremento de la temperatura de la atmósfera se debe en gran medida a las emisiones de gases de efecto invernadero generados por el uso de combustibles fósiles, principalmente en los países desarrollados. Asimismo se sabe que dicho incremento de temperatura está vinculado a fenómenos como sequías y lluvias irregulares, inundaciones, calor extremo, pérdida de biodiversidad, etc. ¿Y ello importa para el Perú? Por supuesto, pues somos un país excepcionalmente vulnerable al cambio climático. Así, la severidad y recurrencia del fenómeno de El Niño –que cada cierto tiempo nos destroza el país– se relaciona con el incremento de la temperatura, al igual que fenómenos como las inundaciones que asolaron Cusco a inicios del 2010, los episodios de friaje en Puno, la desaparición de los glaciares andinos, entre otros. Para tener una idea de lo que implica en pérdidas económicas, basta decir que los episodios de El Niño del 82-83 y 97-98 le costaron al Perú 3,283 y 3,500 millones de dólares, respectivamente, o el equivalente a 182 y 146 dólares, por cada peruano. (Ver recuadro)
Estimaciones preliminares indican que, de no adoptarse políticas adecuadas de respuesta al cambio climático, las pérdidas económicas en el Perú crecerían exponencialmente y podrían ascender a casi una cuarta parte del PBI potencial al 2050. Igualmente, se estima que el costo de una política nacional de prevención y adaptación demandaría anualmente tanto como el 1% de nuestro PBI, es decir, estamos hablando de cientos de millones de dólares para cada año.
Por ello es de vital importancia para el país que se avance a nivel internacional en relación con la mitigación y adaptación al cambio climático, pero el problema es que lo avanzado hasta ahora es penosamente insuficiente. En particular, resulta frustrante que no se haya logrado un acuerdo global vinculante, por la renuencia de las grandes economías a asumir sus responsabilidades ambientales. Así, los resultados de la reciente conferencia mundial en Cancún sobre el cambio climático son del tipo vaso medio lleno/vacío, dependiendo de cómo se mire.
Entre lo positivo de Cancún está el que países como Estados Unidos y China, que literalmente venían haciéndose los suecos, han reconocido su compromiso con la reducción de emisiones (aunque dicho compromiso es recontra laxo y ambiguo). Igual de importante es que se acordó la formación del llamado "Fondo Verde", financiado por los países desarrollados y que proveerá de recursos para la adaptación al cambio climático en los países en vías de desarrollo. Lo malo es que no se ha decidido quién, cuándo y cómo se dará dicho financiamiento. Todo ello está aún pendiente, y mientras tanto el cambio climático sigue avanzando.
Mientras no se logre que funcione este "Fondo Verde", cada país tendrá que bailar con su propio pañuelo. En el caso del Perú ello exigirá considerables desembolsos, seguramente restando recursos a otros temas vitales, como la educación o la lucha contra la pobreza. Más grave aún es que para financiar la adaptación al cambio climático nuestro país podría verse obligado a recurrir a préstamos, es decir, endeudarnos e hipotecar nuestro futuro para hacer frente a un fenómeno causado por los países desarrollados. ¿Qué les parece?
En suma, el cambio climático importa e importará aún más en el futuro, y debe figurar en la agenda pública como un tema crucial para nuestro desarrollo porque –como en la canción– cambia, todo cambia, incluyendo el clima.
Por Armando Mendoza
Grupo Bajo La Lupa
28 diciembre 2010
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